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domingo, 2 de febrero de 2014

WOODY ALLEN, PREDADOR SEXUAL, SU HIJA, DYLAN FARROW


An Open Letter From Dylan Farrow/
Una carta abierta de Dylan Farrow


DESPUES DE LEER ESTA CARTA, ¿CUAL ES TU PELICULA FAVORITA DE WOODY ALLEN?
Dylan FarrowFrances SilverDylan Farrow

Una nota de Nicholas Kristof:
En 1993, las acusaciones de que Woody Allen había abusado a su hija adoptiva, Dylan Farrow, llenaron los titulares, parte por el escándalo generado por la separación de ambas celebridades: Allen y su novia, Mia Farrow. Se trata de un caso del que se ha escrito infinitamente, pero es ésta la primera vez que la misma víctima, Dylan Farrow, escribe al respecto en público. Es importante notar que Woody Allen nunca ha sido procesado en este caso y ha negado consistentemente haber hecho algo malo; merece el beneficio de la duda y la presunción de inocencia. ¿Entonces porqué publicar de nuevo este caso en mi blog? Parte porque el premio de los Globos de Oro por la trayectoria de vida que le dieron a Allen ha desatado un debate en torno a la legitimidad del mismo. También porque el asunto central no es la pareja célebre sino el abuso sexual. En parte porque mucha gente, con muchas posturas, han escrito apasionadamente sobre estos hechos, pero aún no hemos escuchado la versión de la joven mujer que fue objeto del abuso, he escrito una columna al respecto, pero es tiempo de que el mundo escuche y lea la histora de Dylan en sus propias palabras:
"¿Cuál es tu película favorita de Woody Allen?" 
Antes de responder, debes saber: 
Cuando tenía 7 años, Woody Allen me llevó de la mano a un ático semejante a un clóset oscuro, en el segundo piso de nuestra casa. Me dijo que me pusiera sobre mi estomago y jugara con el tren eléctrico de mi hermano. Entonces él me ataco sexualmente. Me habló mientras lo hacía, murmurando que yo era una niña buena, que era nuestro secreto, prometiendo que iríamos a Paris y que sería una estrella en sus películas. Recuerdo cómo miraba fijamente el tren de juguete, concentrada en él mientras giraba en su círculo alrededor del ático. Hasta éste día, me cuesta trabajo ver trenes de juguete. 
Desde que recuerdo, desde siempre, mi padre estuvo haciéndome cosas que no me gustaban. No me gustaba que me alejara seguido de mi madre, mis hermanos y amigos, para estar a solas con él. No me gustaba que me metiera el pulgar a la boca. No me gustaba cuando me tenía que meter a la cama bajo las sábanas con él en calzones. No me gustaba que pusiera su cabeza en mi regazo y respirara en él.  Me escondía bajo las camas o me encerraba en el baño para evitar estos encuentros, pero siempre me encontraba. Esto pasaba tan seguido y era tan de rutina, tan bien escondido de mi madre que me hubiera protegido si lo hubiera sabido, eso me hacía pensar que era lo normal. Pensaba que los padres hacían eso con sus hijas, pero lo que me hizo en el ático se sentía diferente. No podía seguir guardando el secreto.  
Cuando le pregunté a mi madre si su papa le hacia a ella lo que Woody Allen me hacía a mi, honestamente sin saber la respuesta, y tampoco sabía la tormenta de fuego que desataría. No sabía que mi padre usaría su relación sexual con mi hermana para cubrir el abuso que había infringido en mí. Tampoco sabía que acusaría a mi madre de sembrar el abuso en mi cabeza y llamarla una mentirosa por defenderme. Tampoco sabía que contaría mi historia una y otra vez, doctor tras doctor, presionada a admitir que estaba mintiendo como parte de una batalla legal que yo no podía comprender. En un punto, mi madre se sentó conmigo y me dijo que no tendría problemas si había dicho mentiras. Que podía retractarme de todo.  No pude, todo era cierto. Las acusaciones de abuso sexual contra los poderosos se tambalean más facil. Hubo expertos dispuestos a atacar mi credibilidad. Hubo doctores dispuestos a deslumbrar a una niña abusada.
Después de que en una audiencia de custodia se le negaron los derechos de visita a mi padre, mi madre declinó perseguir los cargos criminales, aún cuando hubo pruebas que lo sustentaban en el Estado de Connecticut -debido a, en palabras del fiscal, la fragilidad de la víctima menor de edad-. Woody Allen nunca fue condenado por ningún crimen. Que se haya salido con lo que me hizo me ha atormentado durante todo mi crecimiento. Me atacaba la culpa por haberle permitido estar cerca de otras niñas pequeñas. Estaba aterrada de que me tocaran los hombres. Desarrollé un desorden alimenticio. Me empecé a cortar sola. Ese tormento empeoraba con Hollywood. Todos, menos algunos apreciados pocos, mis héroes, se hicieron de la vista gorda. Muchos preferían la ambigüedad de "quién puede decir qué pasó..." que aceptar que todo estaba mal. Los actores lo alababan en los programas de entrega de premios. Las televisoras lo ponían en TV. Los críticos en revistas y medios, cada que veía la cara de mi predador sexual, en un póster, camiseta o televisión -sólo podía ocultar mi pánico hasta que encontraba un lugar donde quebrarme a solas. 
La semana pasada, Woody Allen fue nominado para su más reciente Oscar. Pero esta vez, me he rehusado a romperme en pedazos. Por tanto tiempo, la aceptación que recibe Woody Allen me mantenía silenciada.  Lo sentía de manera personal, como si los premios y las menciones fueran una manera de decirme cállate y aléjate. Pero los sobrevivientes de abuso sexual que se han acercado a mí  -para apoyarme y compartirme su miedo, para salir a decir las cosas, que te llamen mentirosa, que te digan que son recuerdos y solo eso, recuerdos- me han dado una razón para no estar callada, si tan solo otros supieran que no tiene que quedarse callados tampoco. 
Hoy me considero afortunada. Estoy felizmente casada. Tengo el apoyo de mis increíbles hermanos y hermanas. Tengo una madre que encontró en sí misma una fuente de fortaleza y nos salvó del caos predador que entró en nuestro hogar llamado Woody Allen. 
Pero otros todavia tienen miedo, están vulnerados y luchando para encontrar el coraje y decir la verdad. El mensaje que mande Hollywood importa para ellos. 
¿Y si hubiera sido tu hijo, Cate Blanchett? ¿Louis CK? ¿Alec Baldwin? ¿Y si hubieras sido tú, Emma Stone? ¿O tú, Scarlett Johansson? Tú me conociste cuando era una niña, Diane Keaton. ¿Te has olvidado de mí?
Woody Allen es un vivo testamento y testimonio de como nuestra sociedad le falla a las víctimas de abuso sexual. 
Así que imagínense a su hija de 7 años siendo dirigida por Woody Allen a un ático. Imaginen que ella pasará su vida golpeada por la nausea ante la mención de su solo nombre. Imaginen un mundo celebrando a su violador.
¿Se imaginan eso? Ahora, ¿cuál es tu película favorita de Woody Allen?

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NOTA ORIGINAL
(A note from Nicholas Kristof: In 1993, accusations that Woody Allen had abused his adoptive daughter, Dylan Farrow, filled the headlines, part of a sensational story about the celebrity split between Allen and his girlfriend, Mia Farrow. This is a case that has been written about endlessly, but this is the first time that Dylan Farrow herself has written about it in public. It’s important to note that Woody Allen was never prosecuted in this case and has consistently denied wrongdoing; he deserves the presumption of innocence. So why publish an account of an old case on my blog? Partly because the Golden Globe lifetime achievement award to Allen ignited a debate about the propriety of the award. Partly because the root issue here isn’t celebrity but sex abuse. And partly because countless people on all sides have written passionately about these events, but we haven’t fully heard from the young woman who was at the heart of them. I’ve written a column about this, but it’s time for the world to hear Dylan’s story in her own words.)

What’s your favorite Woody Allen movie? Before you answer, you should know: when I was seven years old, Woody Allen took me by the hand and led me into a dim, closet-like attic on the second floor of our house. He told me to lay on my stomach and play with my brother’s electric train set. Then he sexually assaulted me. He talked to me while he did it, whispering that I was a good girl, that this was our secret, promising that we’d go to Paris and I’d be a star in his movies. I remember staring at that toy train, focusing on it as it traveled in its circle around the attic. To this day, I find it difficult to look at toy trains.
For as long as I could remember, my father had been doing things to me that I didn’t like. I didn’t like how often he would take me away from my mom, siblings and friends to be alone with him. I didn’t like it when he would stick his thumb in my mouth. I didn’t like it when I had to get in bed with him under the sheets when he was in his underwear. I didn’t like it when he would place his head in my naked lap and breathe in and breathe out. I would hide under beds or lock myself in the bathroom to avoid these encounters, but he always found me. These things happened so often, so routinely, so skillfully hidden from a mother that would have protected me had she known, that I thought it was normal. I thought this was how fathers doted on their daughters. But what he did to me in the attic felt different. I couldn’t keep the secret anymore.

When I asked my mother if her dad did to her what Woody Allen did to me, I honestly did not know the answer. I also didn’t know the firestorm it would trigger. I didn’t know that my father would use his sexual relationship with my sister to cover up the abuse he inflicted on me. I didn’t know that he would accuse my mother of planting the abuse in my head and call her a liar for defending me. I didn’t know that I would be made to recount my story over and over again, to doctor after doctor, pushed to see if I’d admit I was lying as part of a legal battle I couldn’t possibly understand. At one point, my mother sat me down and told me that I wouldn’t be in trouble if I was lying – that I could take it all back. I couldn’t. It was all true. But sexual abuse claims against the powerful stall more easily. There were experts willing to attack my credibility. There were doctors willing to gaslight an abused child.
After a custody hearing denied my father visitation rights, my mother declined to pursue criminal charges, despite findings of probable cause by the State of Connecticut – due to, in the words of the prosecutor, the fragility of the “child victim.” Woody Allen was never convicted of any crime. That he got away with what he did to me haunted me as I grew up. I was stricken with guilt that I had allowed him to be near other little girls. I was terrified of being touched by men. I developed an eating disorder. I began cutting myself. That torment was made worse by Hollywood. All but a precious few (my heroes) turned a blind eye. Most found it easier to accept the ambiguity, to say, “who can say what happened,” to pretend that nothing was wrong. Actors praised him at awards shows. Networks put him on TV. Critics put him in magazines. Each time I saw my abuser’s face – on a poster, on a t-shirt, on television – I could only hide my panic until I found a place to be alone and fall apart.
Last week, Woody Allen was nominated for his latest Oscar. But this time, I refuse to fall apart. For so long, Woody Allen’s acceptance silenced me. It felt like a personal rebuke, like the awards and accolades were a way to tell me to shut up and go away. But the survivors of sexual abuse who have reached out to me – to support me and to share their fears of coming forward, of being called a liar, of being told their memories aren’t their memories – have given me a reason to not be silent, if only so others know that they don’t have to be silent either.
Today, I consider myself lucky. I am happily married. I have the support of my amazing brothers and sisters. I have a mother who found within herself a well of fortitude that saved us from the chaos a predator brought into our home.
But others are still scared, vulnerable, and struggling for the courage to tell the truth. The message that Hollywood sends matters for them.
What if it had been your child, Cate Blanchett? Louis CK? Alec Baldwin? What if it had been you, Emma Stone? Or you, Scarlett Johansson? You knew me when I was a little girl, Diane Keaton. Have you forgotten me?
Woody Allen is a living testament to the way our society fails the survivors of sexual assault and abuse.
So imagine your seven-year-old daughter being led into an attic by Woody Allen. Imagine she spends a lifetime stricken with nausea at the mention of his name. Imagine a world that celebrates her tormenter.
Are you imagining that? Now, what’s your favorite Woody Allen movie?

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